¿Tienes claro para quién estás montando tu negocio?

Si lo primero que te viene a la mente es:

para que me respeten…

para que no me tomen por cutre…

para que en LinkedIn quede fino, estás jodido…

Te soy sincero, yo también me metí en ese barrizal.

Monté modelos de negocio que sonaban a dinero rápido.

A empresario serio.

Web corporativa.

Grandes promesas.

Por fuera todo muy profesional.

Y por dentro, yo cada vez más pequeño.

Y lo gracioso es que el modelo, en sí, no era el problema.

El problema era yo intentando encajar en las expectativas de otros.

En lo que se lleva. En la última moda.

En lo que parece que compra la gente.

En lo que te hace sentir que estás jugando en primera división.

El tema es que construyes un negocio que te exige que interpretes a diario.

Y cuando tienes que actuar todos los días, tarde o temprano se te nota.

Se te nota en las llamadas.

En cómo contestas a los clientes.

Clientes que, por otro lado, no te representan…

En las pocas ganas que tienes de vender la película que vendes.

Lo peor es que la excusa que te cuentas es jodidamente infantil.

“Es que si lo hago a mi manera, no va a funcionar”.

No. Lo que te pasa es que te da miedo que tu manera no impresione.

Que sea demasiado simple. Demasiado tú.

Y ese salto entre lo que enseñas y lo que tú quieres de verdad… te come por dentro.

No vendes con paz.

No trabajas con alegría.

Y con la IA la cagas del todo porque…

En vez de usarla para tener más libertad...

Te ayuda a producir más de una vida que no te gusta una mierda.

Y encima sabes que pasa…

Que lo peor no es que te salga mal.

No hombre...

Lo peor es que te salga bien y te conviertas en tu propio empleado cabreado.

Jodido y frustrado.

¿Cómo quieres verte este próximo año?

Como actor frustrado de esa película o como un empresario más libre…

No puedes construir libertad con un personaje que te da vergüenza sostener.

P.D. Pronto te digo la señal más simple que te muestra esta realidad.