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No lo llames emprendimiento cuando quieres decir sobrevivir

Si alguna vez has tenido que elegir entre comer o pagar el alquiler, sabrás de lo que hablo.


Tres de la mañana, entras en la app del banco.

El pago del cliente con un mes de retraso y el alquiler se la cobran mañana…

La puta nevera vacía y tú, mirando el techo del cuarto.


Créeme que en estos momentos, no eliges. Te conformas.

Te agarras a lo primero que pasa como un salvavidas.

Aunque sea un flotador pinchado…


Ahí ya no eliges, te conformas. Te agarras a lo primero que se mueve.

Un cliente que regatea como si estuviera en un mercadillo.

Un proyecto “rápido” que acaba siendo una mudanza entera.

Un trabajo que odias, pero oye, “al menos entra algo”.


El miedo no tiene gusto. No negocia.

No espera. No piensa…

Solo sabe decir “sí” con la boca pequeña y luego llamarlo “ser realista”.

Te dices: “Ahora no puedo ponerme fino, necesito facturar”.


Ya.


El problema es que cuando decides desde el miedo, no decides tú.

Decide la urgencia.

La urgencia es buena comercial… pero para los demás.


Por eso te cuelan condiciones de esclavo.

Te tragas plazos imposibles. Te callas cuando te pagan tarde.

Te convences de que “ya mejorarás cuando haya aire”.


El miedo no tiene buen gusto.

No sabe negociar. No sabe esperar. No sabe pensar.

Solo sabe decir “sí” a cualquier mierda que te parezca una salida.


Y ahí es donde te la cuelan.

Mientras los meses pasan, tu dejas de:


Desarrollar ese producto o servicio que la puede reventar.

Mejorar tu oferta. Mejorar tus sistemas. Subir precios.

Elegir mejores clientes…


Y un día te despiertas y te das cuenta de que llevas meses viviendo en modo “supervivencia”, como si eso fuese el puto plan.


Si no sabes por dónde empezar, empieza por decir “NO” a lo que no suma.

Aunque dé miedo.

Aunque duela.

Aunque parezca una locura.


P.D. Mañana te cuento cómo evitar caer en esta trampa que te montas.

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