Hay un miedo que te está saliendo carísimo y ni te enteras:

El miedo a hacer el ridículo.

Yo he sido el de:

cuando lo tenga más claro…

cuando esté mejor montado…

cuando tenga más datos…

Y mientras tanto, semanas enteras con la web a medio hacer…

El embudo “casi listo” y el email sin enviar porque…

Claro, “todavía no suena perfecto”.

Por eso hago este ejercicio de escribirte a diario.

Y si a ti también te ayuda, pues mejor.

La escena es de risa si la miras desde fuera:

Meses trabajando como una bestia…

Para luego, no mandar un correo que te daría información cristalina en 24 horas.

Pero claro… yo te entiendo…

No es miedo Jorge, es que me exijo mucho porque hago las cosas bien.

Ya... y una mierda como un piano de cola.

La mayoría no experimenta por una razón muy cutre:

Prefieren el dolor conocido a la hostia de descubrir que su idea no funciona.

Y ojo, no es que no tengas confianza.

Es que confundes confianza con garantía.

La confianza no abre puertas…

La puerta la abre la capacidad de cagarla sin montarte una telenovela.

Hablo de lanzar algo decente, y ver cómo se estrella…

Y ajustar sin convertirlo en un drama personal.

Con inteligencia, por supuesto pero…

Sin flagelarte.

Sin contarte las mierdas de siempre.

Mira.

No necesitas estar listo.

Necesitas estar dispuesto a quedar un poco mal.

Si sigues esperando a sentirte preparado, tu negocio seguirá cobrándote peaje cada día.

Si te mueves, igual te pegas la hostia (si no te mueves peor).

Y aun así, sales ganando porque tienes datos en vez de excusas.

Y los datos son oro.

Así que… tú no te muevas que estás perdiendo datos o dinero todos los putos días.

P.D. Mañana te cuento la forma más fina (y más cruel) en la que tu cabeza te convence de “ser prudente” cuando en realidad solo estás escondiéndote.